miércoles, 18 de mayo de 2011

HE ENCONTRADO A LAS MUSAS

He encontrado a las musas

ahorcadas en las cuerdas de mi lira.

Hieráticas, exánimes, sin vida...

sin una rima que termine en “usas”...

y sin más testamento ni legado

que un vestido rasgado por cabeza,

y por cada cabeza, un cuello roto,

y por cada gaznate que ha quebrado,

un manojo de pelos despeinados

meciéndose en los cráneos con tristeza.


¡He encontrado a las musas!

Los gusanos se comen sus ojitos,

para así convertirse en maripusas.

¡Mariposas! ¡Perdón! Tiene delito...

Y hablando de delito... el policía

que marcó con la tiza sus contornos,

sus curvas putrefactas...

repetía...

repetía... repetía... repetía...

la frase: “No ha sido un accidente”,

aumentando con ello mi trastorno.

¿Acaso les parezco un delincuente?


¡He encontrado a las musas!

O a lo que más o menos queda de ellas.

Sin notas de suicidio... sin excusas...

sin dar explicación, sin un “lo siento”,

sin dientes, sin entrañas, sin aliento,

sin, “tiritan a lo lejos las estrellas”,

o los astros, las nubes, o los vientos...

o cualquier otro verso, o sentimiento

que me ayude a terminar esta poesía

con cierta dignidad, cierto decoro,

sin trampas, sin traspiés, ni alevosía...

sin tener que repetir igual que un loro:


“¡He encontrado a las musas!”

Mas, ¿servirá de algo repetirlo...

repetirlo... repetirlo... repetirlo...

si, por más que lo grito,

no me escuchan?


¡He encontrado a las musas!

"Quoth the loro."

¡He encontrado a las musas! Y en su muerte

me transmiten una última enseñanza:

“Cuelga la lira. Ya se te ha oxidado.

Está vieja y cansada y ya no alcanza

la calidad de sus primeros días.

Cuelga la lira. Su tiempo ha terminado.

Tal vez los niños puedan reciclarla.

Ellos saben sacar de lo inservible

la diversión, el gozo, la alegría...

Déjales diez minutos y es posible

que aprendan de nosotras cómo usarla,

y también se columpien en las cuerdas”.


¡He encontrado a las musas!

¡Putas musas fanáticas de mierda!

Ahora queda enterrarlas en la fosa

de la parte trasera del jardín.

Me voy a por la pala y el rastrillo,

y pondré de epitafio el estribillo:

“¡He encontrado a las musas!”

pues (¿para qué mentir?) nunca he podido

idear epitafios ingeniosos

sin esas bellas musas y su hermoso

acento susurrándome al oído:


¡He encontrado a las musas!

También las he perdido para siempre,

pero ahora puedo follarme sus cadáveres.


8 de febrero de 2004.

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