Hay en el suelo una sonrisa ingenua
que dicen que era mía.
Se me cayó un buen día de la boca
como se cae la dolorida muela
que ha masticado demasiadas cosas
y ya no tiene fuerzas ni raíces
que justifiquen el que siga en pie.
Una sonrisa mía en el asfalto.
Un buen día volaba a la deriva,
y me caí,
dejando en la caída
unos cuantos recuerdos en el suelo,
unas monedas, un jirón de vida
y esa sonrisa huérfana, perdida...
manchada de tristeza y soledad.
Me he acostumbrado a caminar sin ella
¡me he acostumbrado a tantas cosas malas...!
Mi espíritu se ha vuelto más ligero,
y como el globo al que le quitan lastre
asciende tristemente por los aires,
sin tener ningún sitio al que volar.
23 de Diciembre de 2000
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